Si les digo la verdad, el origen de esta serie no fue otro que el acumular en un cajón de sastre (aunque la Fundeu diga lo contrario, a mí me gusta más cajón desastre), un buen número de relatos que no encajaban en otro lugar, bien por su temática, bien por el objetivo perseguido, bien por causas azarosas.
Al releer estas historias que les presento, caí en la cuenta del pegamento invisible que las une: mi enfermiza cabeza, mi materia gris cada vez más parecida al blandiblú, a una miasma espesa que se empecina en que las neuronas no desarrollen su trabajo de manera eficiente. Podría aportar el, siempre conveniente, atenuante del consumo excesivo de drogas y de alcohol para justificar tamaños dislates, pero por desgracia debo reconocer que los escribí en plena sobriedad y siendo consciente de mis actos.
Lo dicho no mitiga (más bien creo que al contrario) en modo alguno el interés y belleza de las historias. Escarbando en ellas puede que lleguen a la conclusión de que nuestros universos no se encuentran tan alejados y que en un acto de delirio las podría haber escrito usted mismo.