El libro lo encabeza Pablo Whikoski, un alcohólico hiperbólico, de esperpéntica rutina, que debe de lidiar con su insoportable madre. Se trata de ocho relatos de lo más entretenido, aunque nada didácticos debo decir.
Pero en realidad, Pablo no es el protagonista de la novela. Ese honor lo comparte con El Inspector Castro (a este personaje le guardo un gran cariño. Surgió de forma casual como secundario de las novelas del Detective Pancracio) y con el protagonista de la mini serie ¡Alguien llama!, de cuyo nombre nada sabemos.
Es un libro muy divertido, irreverente en algunos momentos, desmedido en otros y tierno cuando nos sumimos en la vida del inspector. Es imposible que no les guste, imposible del todo. Si no me creen, póngame a prueba.
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