Su cuerpo desnudo
Ahora ya vestido, me recuerda a uno de esos príncipes de los cuentos de hadas.
Me agrada su desnudo evocador, inocente, lascivo, educado, insistente.
Adivino cómo se arregla y viste tras el biombo, y una congoja cruel e indescriptible sustituye sin reparos a la dicha obstinada que me había poseído.
Engalanado y tímido, se aproxima para recordarme con la mirada el dinero convenido. Mis manos, todavía manchadas, rebuscan en el bolso la cartera y satisfacen la deuda.
Una vez sola, observando aturdida el retrato inconcluso, tan solo ansío su vuelta; y me excito, mucho más que antes.