Vicisitudes de un matrimonio
«Se va a estrellar y no seré yo quien lo impida», pensé.
Mi marido es de esos que le dan al “drinky” cosa mala y luego se vuelven cariñosos, zalameros y persuasivos, consiguiendo lo que se proponen.
Esa tarde intenté emularlo y cambiar las tornas. Me pillé un pedal de aúpa mientras lo esperaba. El transparente camisón que lo recibió lo dejó mudo. Se zafó de mí como pudo y fue en busca de alcohol. No quedaba, ni una gota. Le dije, «si quieres beber, ya sabes dónde está la fuente».
Se mareó y cayó al suelo.