Y no fuimos a cenar
«El árbitro añadió catorce minutos», logré decir. Mi mujer, Felisa, preguntó de qué deporte estaba hablando. Le respondí que de lanzamiento de jabalina. «¿Desde cuándo te gusta el lanzamiento de jabalina, querido?».
«Desde que quedo con Teresa» debería de haberle contestado, pero me mordí la lengua. Le había dicho que bajaba un rato al bar a echar una caña para hacer hora, pero que la cosa se me había complicado. Colgó enfadada, habíamos quedado en salir a cenar.
Teresa, “el árbitro”, dio comienzo a esos minutos de prórroga.