La serie de relatos de Pablo Whikoski nace de una versión libre que escribí hace muchos años del manido, contado y recontado chiste de clavos Martínez. Existen numerosas, variopintas e ingeniosas interpretaciones en donde el apellido es otro y la longitud de la narración se alarga o contrae como si estuviera sometida a los rigores de la temperatura y a las leyes de la dilatación. Y fue por mero azar que, revisando unos vetustos folios, amarilleados por las inclemencias meteorológicas, me reencontrara con este olvidado personaje manuscrito a lápiz
El protagonista, Pablo Whikoski, me enganchó desde la primera línea. Vi potencial en su alcoholismo hiperbólico, en su esperpéntica rutina y en su insoportable madre.
Cierto que cada una de las historias contiene un encargo que el publicista Pablo debe de llevar a término, pero no es menos cierto que utilizo como cómodo recurso literario, chanzas, chascarrillos y otros saberes populares que, si bien el lector reconocerá enseguida, no menoscaban en modo alguno la vena humorística y delirante de las historias. Tómenlo como hilo conductor, donde lo verdaderamente sustancial es el pensamiento y conducta del señor Whikoski.
Así mismo, es también muy posible que semejante apellido les resulte familiar, y no me sorprendería. Los que hayan leído a Bukowski enseguida apreciarán la semejanza, no ya del apellido, sino de las costumbres etílicas del escritor y de su máxima creación, Henry Chinaski.
Reconozco que me he divertido como nunca al redactar estas aventuras, que tanta felicidad les van a aportar de aquí en adelante.
Y como suelo decir, tan sólo un consejo me atrevo a compartir con ustedes, nunca jamás sigan el ejemplo de mis personajes. No les arriendo las ganancias.