Nubes y claros
Sabes que existe el Manual de Uso de Términos Meteorológicos puesto en marcha para unificar la terminología del gremio de mujeres y hombres del tiempo. Los divulgadores científicos sostienen que perdura el eterno problema de saber de qué forma se puede ofrecer a la sociedad la información meteorológica para que sea capaz de entenderla. Sin embargo, desconfías del éxito de tan encomiables buenos deseos.
No llaman a las cosas por su nombre. Emplean el verbo “evolucionar” en vez de “cambiar”; las nubes no “vienen” o “van”, “avanzan”; no “habrá” nada, sino que se “espera” algo. La palabra “riesgo” se intenta evitar (connota peligro). Luego están las expresiones difusas, generales, nada prácticas, desalentadoras, en todo caso. ¿”Chubascos dispersos” significa que lloverá en mi pueblo? ¿Qué son “nubes de evolución”? ¿Evolucionan hacia dónde, para conseguir qué? ¿Qué es la divisoria? ¿Qué divide? ¿Me afecta en algo tal división? Te mareas al oír, “se espera que”, “posibilidad de”, “frente”, “calima”. Te ríes al escuchar “nuboso o muy nuboso”, sólo les falta añadir, “o sin nubes”. Cuando creías que habías sobrevivido a tal locura, llega el colofón, “chubascos débiles o localmente moderados, ocasionalmente acompañados de tormentas, más intensos en el tercio sur (tercio y no mitad o quinta parte, ¿por qué?), tendiendo a remitir” (supones que al destinatario).
Y lo triste es que no cambia, cada día es lo mismo. Como no has entendido nada, te informas en las web de Aemet, sus gráficas son aclaratorias y, sobre todo, carentes de oratoria.
Idealizas un formato para los espacios televisivos o radiofónicos. La persona sería prescindible. El espacio se llamaría, “Mañana, nubes o claros”. Espacio consistente en el título, y ya está. Breve, conciso y carente de errores (científicos y lingüísticos). O hay nubes o no las hay, impepinable.
FIN