Wilson se siente extraño. Piensa con frecuencia que ha nacido en un tiempo equivocado, en un lugar equivocado, rodeado de gente equivocada, preso de unas leyes y normas que no entiende.
Wilson se pregunta si es una persona normal. Es más, se pregunta qué diferencia a una persona normal de otra que no lo es. Si guarda sentido el establecer esas dos categorías. Si él se engloba dentro de alguna de ellas. Y lo mismo que le ocurre a Wilson, nos pasa a muchos de nosotros. Nadie puede explicar con objetividad qué es eso de la normalidad, suponiendo que esta exista.
Supongamos que conocemos a alguien (un Wilson cualquiera) que no ve televisión, es más, que carece de ella; por tanto, esta persona no puede seguir un buen número de conversaciones que lo bombardean a diario, en el trabajo o en su círculo social más próximo. ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson viste con parquedad, que no es ostentoso, que su aspecto resulta rancio, a pesar de que su poder adquisitivo no sufre menoscabo. Viste ropa vieja y ajada, sin fijarse en combinarla de manera adecuada. No le importa. ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson no se ríe. Que no tiene sentido del humor. Que las bromas y chistes que cuentan en su entorno no le hacen ni pizca de gracia (sólo a él, a los demás sí). ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson es virgen a los cuarenta, bien por timidez, bien por misoginia o misandria. ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson gusta y disfruta defraudando a Hacienda. Que paga y cobra en negro y que su declaración está perfectamente amañada para evadir impuestos. ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson es un sacerdote o una monja (puede que le guste jugar a la ambigüedad). ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson pertenece a una ONG. ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson es ecologista. ¿Diríamos que Wilson es raro?
Supongamos que Wilson es un político. ¿Diríamos que Wilson es raro?
¿Dónde se sitúa la fina línea que separa lo moral y éticamente aceptable de lo que no lo es? Es más, ¿son las leyes vigentes en cada país dignas de ser respetadas? ¿Están redactadas con ecuanimidad y una cierta lógica?
Una persona que pone la música a todo volumen a las tres de la mañana es socialmente reprobada. Seguramente alguno de los vecinos afectados machacará las neuronas de los ciudadanos todos los días a primera hora con un martillo neumático o con el claxon de su coche. Puede que otros molesten a diestro y siniestro con su perrito o con el bebé recién nacido; puede que incluso con las discusiones a grito pelado con su pareja. La iglesia molesta a diario con las campanas y la policía y ambulancias con las sirenas. Los extractores de oficinas, hoteles, supermercados y establecimientos atormentan a los habitantes circundantes.
¿Y Wilson? ¿Qué hace Wilson?
Wilson no hace nada. Wilson es un bicho raro. Wilson es observado por todos.
Los estereotipos, los tópicos y lo socialmente establecido como bien visto tienen la misma validez que las promesas de un político en campaña electoral. Por eso defiendo la «Tolerancia Cero» como adalid de ciertas causas, ya que como van a ver, se puede utilizar como arma de doble filo. No hay que tolerar la tolerancia sumisa a la que nos vemos subyugados a diario.
Tolerancia cero al gobierno y a sus leyes oportunistas. Tolerancia cero a colectivos y clubs de jetas como la iglesia y la monarquía. Tolerancia cero al sistema de funcionariado tal y como está montado. Tolerancia cero a los que critican sin haberse mirado antes al espejo. Tolerancia cero a los que critican sin conocer. Tolerancia cero a los que conocen y no critican. Tolerancia cero a los que se creen “normales”.
Todo es criticable, todo es cuestionable, todo es respetable (y no es una contradicción).
NOTA: Puede que alguno no haya entendido nada, bien debido a mi rápida alocución, bien como consecuencia de una palpable falta de interés. Les queda el recurso de volver a leer estas líneas. Existirán también aquellos que, dándose por aludidos, considerarán lo arriba descrito una sarta de mamarrachadas. Opinión loable que de ninguna manera merma mi posicionamiento ante lo expuesto.